Elaboración de los Rioja Crianza
Para muchos amantes del vino, el tinto de Crianza representa el equilibrio perfecto entre la frescura de un vino joven y la complejidad de un Reserva. Su secreto radica en un periodo de envejecimiento más corto que el de los vinos más maduros, pero lo suficientemente largo como para aportar matices especiados, vainilla y un cuerpo sedoso que invita a la degustación. A continuación, descubrirás cómo se consigue ese carácter tan particular a través de cada una de las etapas de su elaboración.
Selección de la uva y fermentación inicial
El camino hacia un excelente vino de Crianza comienza en el viñedo. La recolección cuidadosa de la uva, en el momento óptimo de maduración, garantiza la presencia de azúcares y ácidos en su justa medida. Tras la vendimia, las uvas se someten a un proceso de maceración y fermentación alcohólica, donde las levaduras transforman los azúcares naturales de la fruta en alcohol. Este primer paso determina buena parte de los aromas primarios: frutas rojas, moras y matices florales.
El papel de la barrica: suavidad y aromas complejos
El siguiente paso es el envejecimiento en barrica. Para ser catalogado como Rioja Crianza, el vino debe reposar al menos seis meses en barricas de roble (aunque la bodega puede optar por un periodo más prolongado). Durante este tiempo, el contacto con la madera aporta notas de vainilla, caramelo y especias. También se produce una oxidación controlada que redondea los taninos, dejando una textura más aterciopelada.
En Bodegas Murillo Viteri, el vino pasa alrededor de 14 meses en barricas de roble americano. Durante este periodo, es común que se realicen varios “trasiegos” o trasvases de barrica a barrica, y procesos de “soutirage” para eliminar sedimentos y oxigenar delicadamente el caldo. Con ello se logra un sabor más limpio y refinado.
El valor del depósito y la botella
Tras la fase en barrica, el vino no se embotella inmediatamente. En el caso del Crianza Rioja Aranzubia, por ejemplo, se mantiene 8 meses en depósitos para el ensamblado de aromas. Este lapso de reposo contribuye a que todos los matices se integren de manera armónica, conservando el equilibrio entre la fruta y los toques de madera.
Finalmente, el reposo en botella durante al menos 6 meses asegura que el vino termine de pulirse antes de salir al mercado. Es en esta etapa cuando se asientan los taninos y se redondean los sabores, preparando el vino para ofrecer su mejor versión al descorcharlo.
Resultado en copa: cuerpo, fruta y elegancia
Un Crianza que ha pasado por los cuidados mencionados suele presentar un cuerpo medio a completo, con una paleta aromática que combina frutas rojas y negras (cereza, ciruela, frambuesa) con matices de vainilla, caramelo y un punto especiado. El tiempo que ha pasado en la barrica y la botella contribuye a una mayor suavidad en boca, con taninos más pulidos y un final ligeramente tostado.
Aunque está listo para disfrutarse tras su comercialización, muchos amantes del vino optan por guardarlo unos años más para que continúe evolucionando en la botella y desarrolle matices todavía más profundos.
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